DINAMICA TERAPEUTICA

En muchas terapias ortodoxas el terapeuta dice cosas que a veces comprendés y a veces 

tiene no y tienen la “misión” de generar cambios a través de la angustia, que es realmente 

difícil de soportar, máximo cuando saliste ya de terapia y estás solo, cara a cara con lo 

descarnado de la angustia, la deseperación.

El principal inconveniente de esto es que los cambios deben ser tomados por un ser  

preparado, fortalecido (que no tendría motivo para una consulta)  y de no ser así se genera 

una crisis nueva, un problema más, para quien nos confía su padecimiento buscando alivio.
Podemos elaborar cualquier tema acompañando al paciente a internalizarlo y  luego, 

conversándolo, re-significarlo, con las herramientas que tiene y las que le ofrecemos, 

además de nuestra  sensibilidad, experiencia profesional y de vida, ayudándolo a 

transformar el conflicto, el problema, en una fuente de maduración, aprendizaje, 

crecimiento, fortalecimiento, integridad.

Es fundamental la confianza en el vínculo entre consultante y psicoterapeuta: el 

consultante puede decir lo que se le ocurra, el psicoterapeuta nunca reaccionará de modo 

inconveniente ni tomará algo personalmente, ya que tiene claro que ocupa un rol, una 

función dentro del dispositivo terapéutico.
El terapeuta hará las intervenciones que considere adecuadas para que el consultante se 

vaya sintiendo liberado, aliviado, descomprimido y vaya surgiendo y creciendo en él la 

sensación de plenitud, vitalidad, autonomía, fortaleza, integridad e integración interna y 

externa.
El irse de terapia con estas sensaciones son indicadores de que el tratamiento funciona 

bien para ambos; no así irse angustiado, mal, lo que solo sirve para estirar el tratamiento.


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